El Congreso no puede consumir el tiempo que le queda en debatir y aprobar proyectos de ley con efecto mediático. Nos encontramos bajo un populismo que evidencia una falta de norte para atender lo urgente.
Por Carlos Hakansson. 20 junio, 2018.Las iniciativas que el Congreso viene impulsando recientemente, el retorno a la bicameralidad, la prohibición a los sentenciados por terrorismo para laborar en el estado (aprobada y a la espera de promulgación), así como la castración química como medida complementaria a los sentenciados por violación a menores de edad (aprobada en primera votación), pareciera que los dos últimos operan para mejorar su bajo nivel de aprobación ante la opinión pública.
La discusión de crear un Senado sin primero resolver la crisis que viven los partidos nacionales y regionales, como vehículos de la representación política; la tardía reacción de la clase política para impedir que quienes han cumplido su condena por terrorismo laboren en las instituciones estatales, cuando su filtración se ha producido tiempo atrás y delante de todos nosotros; así como pensar que la castración química evitará las violaciones, que es semejante a creer que con cortarle las manos al ladrón se evitarán los robos; nos encontramos bajo un populismo que evidencia una falta de norte para atender lo tremendamente urgente y lo verdaderamente importante.
Si bien ha sido tardía la ley que prohíbe la contratación de personas en el estado de probada filiación antidemocrática y delictiva, comprobada en un proceso mediante sentencia y cumplimiento de una condena judicial, se hace prioritaria la presentación y debate de una profunda reforma electoral de cara a las elecciones generales del 2021. El Congreso no puede consumir el poco tiempo que le queda en debatir y aprobar proyectos de ley con efecto mediático, que distraigan a la ciudadanía sobre los problemas que le aquejan a diario y nos despisten de crear las bases que refuercen la institucionalidad.